Ayer me encontré al portero, al entrar en el edificio donde vivo.
Al moreno Oximoron. Quien con su alegre voz me alerto ¡Quihubo jefe! Como lo vi
abatido, le pregunte el por qué y me respondió con una tristeza infinita.
¡Pues vera jefe!
Le daré los pormenores de un resumen detallado: Mi amada me tiene
un cariño sin apego. Es una mujer, que es una música callada, de rumores
fidedignos, su incomparable belleza es su fealdad, por ello es de un andar
solitario entre muchos y de una sencillez soberbia y de una banalidad profunda.
¡De una deshonestidad tan honesta!., ¡Coloquialmente es
una crisálida con alas!
De una erudición inculta, que dialoga conmigo en monólogos. Su
ser, es de una monomanía sensata e insatisfecha del deleite que mis caricias le
brindan. ¿Sabe jefe? por amarla, la odio y en mi ignorancia, soy sabio,
porque al perderme, me encontré en las penas que me atan y me desatan a ella.
Pero... mejor me callo y le digo mi inferencia: mi infortunio, pues es mi
fortuna. Ella es lo único compuesto que tengo
¿No me entiende jefe? ¡Bueno! usted es ajedrecista, se lo diré en
su lexico: soy un peón pasado en retroceso, soy un gambito sin cambio, soy un;
¡Acomodo! sin tocar, una columna abierta ocupada por mis cuitas, hoy mi alegría
son mis penas, por haber sido una combinación sin unión; un peón en la octava
casilla, sin corona; por una dama blanca, que no es una Señora.
Lo deje ahí, y a lo lejos, aún sordo lo oí diciendo:
Para mi ella, fue un mate sin jaque y en la minicalidad fui un caballo.
Trastocado, me anclé al irme de ella, porque soy un clásico moderno, paranoia
justificada... un pinche fiancheto sin flanco...
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