Mi padre jamás me enseño el ajedrez que el jugaba, hoy seria un hombre feliz y no tendría ningún problema literario, ni moral, ni amoroso si hubiera llegado a ser una gran ajedrecista. No, lo puede ser, aprendí a los 22 años, muy tarde. El Hombre que no aprende a jugar ajedrez de niño no será un gran ajedrecista Los mayores goces los he tenido en el tablero y mis mejores logros como ajedrecista han sido fuera del tablero de ajedrez: cuando he logrado escribir algún pasaje de prosa que se parece a una serie de jugadas magistrales.
Saber más http://sinapsis-anpa.blogspot.com/2008/03/juan-jos-arreola.html
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